BLOQUE DE LITERATURA
2º BACHILLERATO
3ºTRIMESTRE
TEMA 20: LA LÍRICA POSTERIOR A 1936
-MIGUEL HERNÁNDEZ:
Miguel Hernández Gilabert (Orihuela, 30 de octubre de 1910-Alicante, 28 de marzo de 1942) fue un poeta y dramaturgo de especial relevancia en la literatura española del siglo xx. Aunque tradicionalmente se le ha encuadrado en la generación del 36, Miguel Hernández mantuvo una mayor proximidad con la generación anterior hasta el punto de ser considerado por Dámaso Alonso como «genial epígono» de la generación del 27.34 Actualmente —y tras las interesantes aportaciones de A. Sánchez Vidal— se le asocia a la escuela de Vallecas
-LA POESÍA EN LOS AÑOS CUARENTA:
La Guerra Civil Española (1936-1939) supuso una ruptura absolutamente determinante en todos los órdenes de la vida, y la poesía no podía ser menos. Una vez acabada la contienda, el arte resurgió, aunque no puedo evadirse de la situación político-social que vivía España. Así, la conocida como Generación del 36 nace escindida en dos grupos opuestos: Poesía arraigada: formada por Luis Felipe Vivanco (El descampado), Leopoldo Panero (Canto personal), Luis Rosales (La casa encendida) y Dionisio Ridruejo (Elegías). Comparten un hondo sentimiento religioso y quieren olvidar la guerra recién acabada. Para ello, escriben sobre temas como Dios, la naturaleza, el amor, la familia o el paisaje. Publican sus poemas en las revistas Escorial (fundada en 1940) y, principalmente, en la revista Garcilaso (1943). Esta revista reúne a un grupo de autores denominados juventud creadora entre los que destacan los ya mencionados, además de José García Nieto, director de la revista. Poesía desarraigada: en 1944 surgió un movimiento opuesto al anterior. La publicación de Hijos de la ira, de Dámaso Alonso, y de Sombra del paraíso, de Vicente Aleixandre, así como la aparición de la revista poética Espadaña, fueron tres aldabonazos en la conciencia poética de nuestro país. Estos autores no están conformes con el mundo que les rodea, y lo gritan a los cuatro vientos. Se enfrentan a los autores de Garcilaso por medio de una poesía comprometida y directa, en la que lo importante es el contenido y no la forma. Los autores principales de este grupo son Victoriano Crémer y Eugenio de Nora.
-LA POESÍA SOCIAL:
La poesía social fue una corriente intelectual surgida en España durante las décadas de 1950 y 1960. En esa época el contexto de la nación ibérica estaba marcado por la férrea dictadura del “Generalísimo” Francisco Franco.
El régimen comenzaba una etapa de apertura después de una cruenta Guerra Civil (1936 – 1939) y el aislamiento posterior a la II Guerra Mundial. La poesía social tuvo en Miguel Hernández, Gabriel Celaya, Blas de Otero, Ángela Figuera Aymerich y Gloria Fuertes, sus representantes más conocidos.
Gabriel Celaya, representante de la poesía social. Fuente: Alberto Schommer [CC BY-SA 3.0], via Wikimedia CommonsIgualmente, se pueden mencionar a poetas como José Hierro y Vicente Aleixandre, este último también integrante de la llamada Generación del 27. Como precedente histórico, contó con la influencia de autores como César Vallejo y Carlos Edmundo de Ory.
Fue un movimiento literario caracterizado por la denuncia de las injusticias llevadas a cabo por Franco tras finalizar la Guerra Civil. Se criticaba la supresión de la libertad de expresión y el favorecimiento de las élites de adeptos al dictador. Además de la escritura, esta tendencia abarcó al teatro y la música, llegando a inspirar a artistas a nivel internacional.
-LA POESÍA DEL MEDIO SIGLO:
A mediados del siglo pasado apareció una generación de escritores (poetas principalmente) que consolida el fenómeno de la “poesía social” entonada en las voces de Amancio Prada, Rosa León, Paco Ibáñez o Joan Manuel Serrat.
A pesar de ser un grupo poco homogéneo tocaron en común una serie de temas consecuencia de la época que les tocó vivir: la sordidez cotidiana, la injusticia social, la miseria, el trabajo mecánico, una vida sin horizontes, la opresión política…temas tratados para llegar a un destinatario que demanda una poesía llana, sin complicaciones. Aquí surge la principal contradicción del grupo. Para llegar a éste público se ven en la necesidad de sortear la censura estatal con el uso de recursos formales que alejan a la poesía del público al que se dirige. Así la situación a principios de los 50, está compuesta por la poesía social de los escritores precedentes junto con autores más jóvenes, con diferentes planteamientos (Caballero Bonald, Claudio Rodríguez, Vicente Núñez, José Agustín Goytisolo, José Ángel Valente…
-LOS NOVÍSIMOS:
Los poetas seleccionados se presentan en dos secciones: «Los seniors», llamados así por ser los más viejos y culturalistas, es decir: Manuel Vázquez Montalbán (1939-2003), Antonio Martínez Sarrión (1939) y José María Álvarez (1942). Y «La coqueluche», más cercanos a la cultura pop y la contracultura: Félix de Azúa (1944), Pere Gimferrer (1945), Vicente Molina Foix (1946), Guillermo Carnero (1947), Ana María Moix (1947-2014), y Leopoldo María Panero (1948-2014).
El planteamiento editorial produjo a su vez los llamados "décimos novísimos": Ignacio Prat (1945-1982), José-Miguel Ullán (1944-2009) y Francisco Ferrer Lerín (1942-), entre otros: Jesús Munárriz (1940-), Antonio Colinas (1946-), José Luis Giménez Frontín (1943-2008), Marcos Ricardo Barnatán (1946-) y Jenaro Talens (1946-), y los ya nacidos a comienzos de los cincuenta Luis Alberto de Cuenca (1950-), Luis Antonio de Villena (1951-) y Jaime Siles (1951-), incluidos unos y otros en la antología Joven poesía española (Madrid: Cátedra, 1979) de Concepción G. Moral y Rosa Pereda. Pero no fue pequeño el número de antologías de esa época: José Luis García Martín, en la suya, titulada Las voces y los ecos (1980), menciona como las más representativas, aparte de la de Castellet, otras cinco: la de Enrique Martín Pardo Nueva poesía española (1970); la de Antonio Prieto Espejo del amor y la muerte (1971); las de José Batlló (la primera, Antología de la nueva poesía española, 1968; la segunda, Poetas españoles contemporáneos, 1974) y la de Víctor Pozanco Nueve poetas del resurgimiento (1976).Y al margen, en la periferia, y motivada por la ausencia de poetas andaluces,"Degeneración del 70" (1978) que incluía nombres como Justo Navarro, Antonio Jiménez Millán, Francisco Gálvez, Álvaro Salvador y Juan de Loxa, entre otros.
Según uno de los nueve poetas seleccionados, Manuel Vázquez Montalbán, se trataba más de una selección que de una antología y convenía «deslindar las radicalmente diferentes poéticas que coexistían en aquel libro».1 Asimismo, el crítico literario Ángel Luis Prieto de Paula afirma que «ni siquiera en esta selección había una homogeneidad cerrada».2 Dentro del grupo coexistían dos tendencias principalmente, la culturalista y la vinculada a la estética pop o contracultura
TEMA 21: EL TEATRO POSTERIOR A 1936
-EL TEATRO EN LOS AÑOS CUARENTA:
Está condicionado por la sociedad burguesa y dirigido a su idealogía. Representa una relidad falsificada, formalmente es anticuado y desprecia las experimentaciones. Aparecen dos corrientes: EL teatro cómico, heredero del sainete, está lleno de situaciones tópicas y chistes lingüisticos. El teatro historico-politico que invitaba a olvidar la realidad inmediata y cantaba glorias y heroes del pasado. Se distinguen dos lineas:
Por un lado, el drama burgues, continuación de la comedia benaventina, con autores como Joaquin Calvo-Sotelo , Edgar Neville y el propio Benavente. Ya sean comedias de evasión o dramas ideológicos, defienden valores conservadores, encuadrados en obras de correcta construccion y elegantes diálogos. Por otro lado, el teatro de humor es lo mas interesante del periodo. Enrique Jardiel Poncela tratara de crear una comicidad de lo inverosimil, caracterizada por la ruptura con las formas tradicionales del humor, por su deseo de romper con la lógica, por su huida del tópico y por su libre concepción de una crítica y un público cerrado a la compresión de su originalidad y de su inventiva. Eloisa esta debajo de un almendro.
-EL TEATRO EXPERIMENTAL:
El teatro experimental es un producto intelectual artístico que reúne: letras, artes y tecnología en sitio o lugar en que se realiza la acción ante espectadores o participantes. Generalmente se presenta en locales pequeños y, a menudo, en representaciones excepcionales.1Lo pueden realizar no sólo jóvenes y adultos sino también niños. Dónde es más importante la construcción artística que el argumento.
La experimentación en el teatro puede tener diversas motivaciones, tales como innovar en una búsqueda espontánea por generar acciones sociales rebeldes o provocadoras, o probar ejercicios con el fin de desencadenar un resultado inesperado del acontecimiento dramático.
TEMA 22: LA NOVELA ESPAÑOLA DE 1939 A 1975
-LA NOVELA DURANTE LA DICTADURA:
La novela de dictador es un subgénero narrativo característico de la literatura latinoamericana que aborda la constante histórica de las dictaduras militares en los países latinoamericanos. Centradas preferentemente en el tema del caudillismo, estas novelas examinan la relación entre el poder, la dictadura y la literatura. Ya desde Facundo del argentino Domingo Faustino Sarmiento, publicado en el año 1845, se advierte una crítica indirecta al gobierno del caudillo Juan Manuel de Rosas junto con la figura de otro caudillo, Facundo Quiroga. Amalia (1851) forma parte de una trilogía en contra de Rosas, junto con El matadero (1838) y Facundo, sin embargo estas últimas no pueden considerarse novelas, por lo que se le ha dado el carácter de novela fundadora a Amalia.1
Para que un libro sea considerado una novela de dictador, debe poseer temas explícitamente políticos trazados en un contexto histórico importante, examinar críticamente el poder ejercido por una figura autoritaria, e incluir una reflexión general sobre la naturaleza del autoritarismo. Aunque algunas novelas de dictador se centran en una figura histórica (si bien con una apariencia ficticia), no analizan la economía, la política y el gobierno del régimen dictatorial como lo haría una obra histórica. El subgénero de la novela de dictador incluye obras como Yo el Supremo (1974), de Augusto Roa Bastos, sobre el doctor Francia de Paraguay, y La fiesta del Chivo (2000) de Mario Vargas Llosa, sobre Rafael Leónidas Trujillo de la República Dominicana. Por otra parte, el novelista puede crear un dictador ficticio para lograr el mismo fin narrativo, como en El recurso del método (1974), de Alejo Carpentier, en la que el dictador es un personaje compuesto de diferentes dictadores históricos. El subgénero de la novela de dictador ha sido muy influyente en el desarrollo de la tradición literaria latinoamericana. Muchos de sus autores rechazaron las técnicas narrativas lineales tradicionales, y desarrollaron estilos narrativos innovadores que desdibujaron las distinciones entre el lector, el narrador, la trama, los personajes y la narrativa. Al analizar la autoridad del liderazgo, los novelistas también evaluaron sus propios roles sociales como dispensadores de sabiduría, tan paternalistas como el caudillo cuyo régimen refutaron en sus propias novelas
-LA NOVELA EN LOS AÑOS CUARENTA:
En la inmediata posguerra se hace evidente la ruptura de la natural evolución literaria. Así, la novela no puede enlazar con la narrativa social de los años 30, prohibida por el franquismo, ni parece válida la estética deshumanizada de los años 20. En ese panorama de desconcierto abundan tres tipos de narraciones, todas de estilo tradicional: ideológica, realista y humorística. Hasta los años 50 no comienzan los indicios de renovación. En la década de 1940 sólo hay casos excepcionales y aislados, como C. José Cela, Carmen Laforet y Miguel Delibes.
Estas dos novelas comparten el tono sombrío y existencial, que contrasta con el triunfalismo o la actitud evasiva, general en la novela de éxito de la inmediata posguerra. A estas nuevas voces se les unen poco después otras como la de Miguel Delibes y Ana María Matute. En general, estos novelistas coinciden en reflejar el desolado mundo de la posguerra desde una perspectiva pesimista y existencial; por eso abundan en sus narraciones los personajes desorientados, tristes y frustrados.
La familia de Pascual Duarte, de Cela, provoca una polémica en torno al tremendismo. Se le acusaba de deformar la realidad al subrayar lo más desagradable. En 1942, suponía un revulsivo, pues la truculencia y la visión desolada del mundo contrastaba con una narrativa triunfalista. La novela narra un cúmulo de crímenes y de atrocidades que parecen verosímiles por el tipo de protagonista y por el ambiente. Como un nuevo pícaro, Pascual Duarte narra su biografía para que entendamos cómo ha llegado a ser un condenado a muerte. La limitación intelectual de Pascual, el destino que parece dominar la obra y el ambiente bárbaro e injusto convierten a esta criatura en un asesino víctima.
La obra refleja un radical pesimismo, cercano al existencialismo. La publicación de una novela tan desgarrada en un momento de censura política y moral muy estricta, sólo se explica por ser Cela un excombatiente franquista y porque los sucesos se sitúan en la España de posguerra. Toda su obra refleja pesimismo ante el mundo y el ser humano (P. Baroja). Su tono es distanciado y burlón, con humor negro, desgarrado y cruel. Refleja una visión deformada del mundo
-LA NOVELA EN LOS AÑOS CINCUENTA:
El artículo de hoy lo vamos a dedicar a la novela española de los años 50, es decir, una década después del fin de la guerra civil. Estas creaciones literarias podrían calificarse como el nuevo relato objetivo de la generación del medio siglo. Veamos por qué.
La primera vez que se empezó a vislumbrar el hecho de que las novelas creadas a partir de esta época estaban siendo mucho más objetivas que hasta ahora lo habían sido, fue en el momento en el que Camilo José Cela publicó su novela «La colmena», en el año 1951. En esta obra, se describe la vida de cientos de personas españolas que deambulan sin saber qué hacer ni a dónde ir tras haber sufrido las consecuencias de la guerra en la ciudad de Madrid. Los temas recurrentes dentro de esta ejemplar obra giran en torno a el sexo, el hambre y sobre todo, el miedo. La manera que Camilo José Cela tiene de describir la obra es más bien desde su punto de vista como espectador de tan espantosa estampa. De esta manera, lo que hace es realizar comentarios, unas veces con más ternura, y otras, más hirientes, de lo que está viendo. Con esta obra se demuestra cómo sorprendentemente los autores españoles fueron capaces de hacer una adaptación española de las técnicas de conductismo del norteamericano John Dos Passos.